June2013
Four dead during Catatumbo Protests 

Starting on June 10th around 16,000 campesinos began protesting in the Catatumbo region with two major concentrations taking place in the city of Ocaña and the oil-producing area of Tibú in the North Santander department. Since the mobilization began, four people have been killed, allegedly by the Colombian police and military forces, when violence broke out amid confrontations between the campesinos and the anti-riots police (ESMAD). The protesters are demanding a solution to thehumanitarian crisis in the Catatumbo region, and gross human rights violations that have occurred over the last decade. They are also voicing concern about the development of mining and energy projects that override campesinos’ right to food security, produce high poverty levels and undermine civil society’s safety in a region historically occupied by three guerilla groups (FARC, ELN and EPL) and paramilitaries.

Since June 22nd, the anti-riot police (ESMAD) began using teargas, rubber bullets and rifle bursts to suppress the protests, while the National Army later joined the attacks using rifles and assault weapons against the campesinos. These actions resulted in the deaths of four civilians (Diomar Humberto Angarita, Hermides Palacios, Leonel Jácome y Edinson Franco), and aggressions against a Humanitarian Verification Mission. We denounce these attacks on civilians and ask that these crimes be investigated, judged and sanctioned promptly and effectively by the civilian justice system.

The Catatumbo region is highly militarized in part because of attempts to secure investments in this mineral-rich zone. In fact, the militarization of Catatumbo was a high priority within the Territorial Consolidation Program, which allotted 36 billion Colombian pesos to guarantee “security” for national development projects in the region. Several megaprojects are already underway in the region and more are planned for the near future. In this context, protesters are demanding that a portion of  the Catatumbo be labeled a Campesino Reserve Zone, a legally-recognized figure aimed at securing local communities’ rights to a livelihood.
Beyond demanding negotiations with the government about the formation of a Campesino Reserve Zone, for which the state provided research funds but later opted out, protesters are also requesting that forced coca-leaf eradication programs be suspended, thereby addressing coca-growing as a political, economic and social issue rather than a criminal one.

Cuatro muertos durante las protestas del Catatumbo  

Desde junio 10 alrededor de 16,000 campesinos comenzaron a  protestar en la región del Catatumbo, generando dos grandes concentraciones en la ciudad de Ocaña y el área productora de petróleo del Tibú en el departamento de Norte de Santander. Desde que comenzaron las demostraciones, cuatro personas han sido asesinadas, presuntamente por las fuerzas militares y de policía, luego de que se presentaran confrontaciones entre campesinos y la policía antimotines (ESMAD). Losprotestantes demandan una solución a la crisis humanitaria en la región del Catatumbo y a las graves violaciones a los derechos humanos que han ocurrida en la última década. También están expresando su preocupación sobre el desarrollo de proyectos minero-energéticos que se sobreponen a los derechos de los campesinos a la seguridad alimentaria, que producen altos niveles de pobreza y que atentan contra la seguridad de la sociedad civil en una región que ha sido históricamente ocupada por tres grupos guerrilleros (FARC, ELN and EPL) y paramilitares.

Desde Junio 22, el escuadrón antimotines (ESMAD) comenzó a utilizar gases lacrimógenos, balas de caucho y ráfagas de fusil para suprimir las protestas, mientras que el ejército Nacional luego se unió a los ataques utilizando fusiles y armas de asalto en contra de los campesinos. Estas acciones resultaron en las muertes de cuatro civiles (Diomar Humberto Angarita, Hermides Palacios, Leonel Jácome y Edinson Franco), y agresiones en contra de una Verificación Humanitaria de Derechos Humanos. Denunciamos estos ataques a civiles y pedimos que estos crímenes sean investigados, juzgados y sancionados pronto y efectivamente por el sistema judicial civil.

La región del Catatumbo ha sido altamente militarizada en parte dado a los intentos de asegurar las inversiones en las zonas de alta riqueza mineral. De hecho, la militarización del Catatumbo es de alta prioridad dentro del plan de Consolidación Territorial, el cual destinó 36,000 millones de pesos Colombianos para garantizar la “seguridad” para los proyectos de desarrollo nacional en la región.Varios megaproyectos ya están en construcción en la región y más se esperan en el futuro. En este contexto, los protestantes demandan que una porción del Catatumbo sea considerada Zona de Reserva Campesina, una figura jurídica reconocida destinada a asegurar que se le respete el derecho a su estilo de vida a las comunidades locales.

Además de pedir que se establezcan negociaciones con el gobierno sobre la formación de la Zona de Reserva Campesina, para la cual el estado proporcionó recursos para el estudio pero del cual luego sedesvinculó, los protestantes también demandan que los programas de erradicación forzada de hoja de coca sean suspendidos, tratando así el cultivo de coca como un asunto político, económico y social en vez de uno criminal.
Victims’ and Land Restitution Law shows little progress two years after its implementation

Restitucion

Though June 10th marked the two-year anniversary of the Victims and Land Restitution Law, little progress has been made in the important work for land restitution and victims’ reparations: only 0.25% of dispossessed land applicants have been materially restituted and only 0.70 % of cases have received finalized sentences. The glacial pace of implementation of the Victims’ Law raises critical concerns because the law is only expected to be in effect for the next eight years and at the current pace of rulings and material restitutions, it would be impossible to compensate all victims of land dispossession eligible for restitution (those displaced after 1991) in that amount of time.

The efficacy of the Land Restitution law is linked to the unfulfilled commitments of the Justice and Peace paramilitary demobilization process that began in 2005. An independent statistical analysis of dispossessed and abandoned land claims revealed that 57% of all forced displacement cases have been attributed to the paramilitaries. Yet, former paramilitaries from the Self-Defense Forces of Colombia (AUC) have returned a paltry portion of land since the demobilization process began. Furthermore, at least half of the 407 farms, houses and apartments given back to the National Fund for Reparations are still occupied by ex-AUC demobilized members or their inheritors. Moreover, according to the Victims’ Unit estimates the value of land returned is 113 billion Colombian pesos, which hardly compares with the cost of providing reparations for victims of paramilitaries, who constitute the large majority of cases.

Another challenge to the current implementation of the Victims’ Law is the fact that judicial rulings on forced displacement cases do not always result in actual material reparations. On the one hand, companies have begun to sue the state for ruling in favor of victims. For instance, the Bellacruz caseinvolved one of the owner’s of Avianca (Colombia’s primary airline) and the tzar of the palm oil industry, both of whom sued Incoder for its ruling in favor of victim applicants. These acts substantiate analysts’ fears that restitution processes are being implemented within a structure of power relations that may favor corporations with large, high-paid legal teams.

On the other hand, while corruption within Incoder itself has been denounced, impunity persists. A prime example involves a César department official who was linked to a land dispossession case in collaboration with the paramilitary boss Jorge 40. Yet, despite being condemned by the Inspector General’s Office, the official was later  absolved by a judge in Valledupar from a different jurisdiction. Though there are several Incoder officials currently under investigation for corruption, none have been sentenced to date, detracting from Incoder’s transparency and efficacy in implementing land restitution processes.
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Aunque el 10 de Junio marcó el

segundo aniversario de la Ley de Ví­ctimas y Restitución de Tierras muy poco progreso se ha hecho en el importante trabajo de restitución de tierras y reparaciones a las víctimas: sólo 0.25% de los reclamantes de tierra despojada han sido restituidos materialmente y sólo 0.70 % de los casos han recibido sentencias finales. El ritmo glacial de la implementación de la ley de víctimas produce preocupación porque se espera que la ley solamente esté en efecto por los próximos ocho años y al paso que van actualmente las sentencias y restituciones materiales, sería imposible reparar a todas las víctimas de despojo de tierras elegibles para la restitución (aquellos desplazados luego de 1991) durante ese periodo de tiempo.

La eficacia de la ley de Restitución está relacionada con los compromisos incumplidos del proceso de desmovilización de paramilitares Justicia y Paz que comenzó en el 2005. Un análisis independiente de las reclamaciones de tierras despojadas y abandonadas revela que 57% de los casos de desplazamiento forzado han sido atribuidos a paramilitares. Aún así, ex-paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) han retornado solo una porción irrisoria de tierra desde que comenzó la desmovilización. Además, por lo menos la mitad de las 407 fincas, casas y apartamentos devueltas al Fondo Nacional para las reparaciones siguen ocupadas por ex-miembros de la AUC demovilizados o sus herederos. Adicionalmente, de acuerdo con la Unidad de Víctimas el valor de la tierra devuelta es 113,000 millones de pesos, una cifra incomparable con el costo de proporcionarles reparaciones a las víctimas de paramilitares, quienes constituyen la gran mayoría de los casos.

Otro desafío contemporáneo a la implementación de la Ley de Víctimas es el hecho de que las sentencias judiciales por sí mismas sobre casos de desplazamiento forzado no siempre resultarán en reparaciones materiales. Por un lado, varias compañías han comenzado a demandar al estado por sentencias a favor de las víctimas. Por ejemplo, el caso Bellacruz involucraba a uno de los dueños de Avianca (la principal aerolínea de Colombia) y al zar de la industria del aceite de palma, ambos quienes demandaron al Incoder por declararse a favor de los reclamantes víctimas. Estas acciones substancian el miedo de algunos analistas de que los procesos de restitución están siendo implementados dentro de una estructura de relaciones de poder que favorece a las corporaciones con grandes equipos legales altamente remunerados.

Por otra parte, aunque la corrupción dentro del Incoder mismo ha sido denunciada, la impunidad persiste. Un ejemplo emblemático involucra a un oficial del departamento del César quien fue asociado con un caso de despojo de tierra y que actuó en concierto con el jefe paramilitar Jorge 40. Aún así, aunque fue condenado por la Procuraduría, el oficial fue luego absuelto por un juez de descongestionamiento en Valledupar. Aunque hay varios oficiales del Incoder actualmente bajo investigación por delitos de corrupción, ninguno ha sido sentenciado hasta la fecha, lo cual le resta a la transparencia y a la eficacia del Incoder en su implementación de los procesos de restitución de tierras.

Manteniendo nuestros esfuerzos de fortalecer la capacidad de los defensores de derechos humanos colombianos para defender sus derechos ante los decisores políticos en Estados Unidos, USOC está preparando dar una serie de talleres de defensoría internacional en Colombia junto a nuestros colegas de OIDHACO el próximo mes de Agosto.

The U.S. Office on Colombia is an independent non-profit organization, not affiliated with any political party, that seeks to educate U.S. policymakers, the media and the U.S. public about the impact of U.S. policy on Colombia.

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